Hacia mediados de Enero, nuestro amigo Fernando Sin, nos propuso hacer un viaje a Marruecos, a la Cordillera del Atlas y concretamente a la zona del Toubkal, con la intención de ascender a este monte, y si era posible a otros 2 cuatro miles más.
Unos y otros, se lo fuimos proponiendo a diferentes amigos y al final quedó definido un grupo de nueve, cinco andando y cuatro con esquís de montaña. El grupo estaba compuesto principalmente por socios del Club Pirineísta Mayencos (Fernando Val; Carlos Peñarroya; María Jesús Bescos; Fernando Sin; Vitalino Aznar y Pedro Arceredillo), y de otros amigos de Zaragoza y Burgos (Vanesa Cristóbal; Abel Muñoz y Javier Fernández); un grupo muy diverso en todos los aspectos, pero muy bien avenidos durante toda la semana de actividad por esas bonitas y enigmáticas montañas.
En un par de reuniones en Jaca, fuimos concretando la salida y las fechas definitivas quedaros confirmadas del 21 al 27 de febrero.
El día 21 salimos de Madrid a las 10:30 horas y a eso de las 16:00 estábamos en Imlil, acompañados por nuestro guía Mustapha.
Imlil es un bonito pueblo donde se empieza a andar; aquí pasamos la noche y al día
siguiente a las 9:00 estábamos preparados e impacientes por empezar. Amanece radiante de sol. Nada más levantarnos, corremos a la terraza del albergue para contemplar el espectáculo que se desvelaba: la visión, casi al alcance de la mano, del circo de las cumbres montañosas cubiertas de nieve, Ad Adj, Aguelzim, Tazaghart, Toubkal, Tickki, Tamadot…es tan imponente y hermosa que tenemos dificultad en dejar de contemplarla.
El objetivo de la jornada,día 22, es el refugio Neltner, situado a 3.267 m. sobre el nivel del mar, lugar necesario para alcanzar el Toubkal, novecientos metros aún por encima, además del resto de montañas de ese impresionante circo. La elección como veríamos, mereció la pena, y hacia ella nos dirigimos a primeras horas de la mañana.
El camino hasta Morabito, se hace muy fácil y ameno, después de Imlil, está Aroumd, a unos dos mil metros sobre el nivel del mar, es la última población de aproximación al Toubkal. Situada dominando el valle del Mizane que, en este lugar, adopta la forma de un abanico de deyección, recogiendo las aguas y los materiales arrastrados de las grandes cumbres que lo rodean, proporciona un lugar de contemplación y disfrute de la naturaleza, por lo menos, singular.
Tras descender al valle, que aquí adopta una forma llana, resultado de la sedimentación de los materiales arrastrados por el Mizane o precipitados desde las alturas -tierras y rocas redondeadas y fragmentadas-, dejamos a nuestra derecha el sendero que permite la
ascensión al Ad Adj y al Aguelzim que delimitan nuestro camino. Ascendemos por el nuestro, a través de un paisaje de grandes y amenazantes rocas negras sobre profundas angosturas serpenteantes por donde se precipitan, frías y poderosas, las aguas del Mizane.
Nuestra ascensión se hace lenta; nos maravilla y aturde, simultáneamente, tanta grandiosidad y fuerza desplegadas por la Naturaleza: gigantescas paredes rocosas verticales, picachos inaccesibles, rumor ensordecedor del agua, blanca y espumeante, en continuo combate con la dura orografía. A medida que nos elevamos redescubrimos nuevos paisajes algunos de gran belleza, resultado de las múltiples combinaciones de los mismos elementos naturales intervinientes: rocas, agua, nieve y cielo. Todo cambia y, al mismo tiempo, todo permanece, aunque contradiga al filósofo griego.
La ascensión nos anima, la montaña nos hace copartícipes de su dominio a medida que nuestra visión, desde la altura conquistada, amplía su horizonte y nuevos paisajes, antes ocultos, se nos muestran.
Llegamos a Chamharouch, donde se sitúa un morabito, lugar sagrado para los musulmanes, en el que bajo una gran roca encalada de la que emerge una bandera marroqi, al lado de un curso de agua, se encuentra enterrado un santo. Por un puentecito un grupo de mujeres de multicolores vestidos salen de realizar sus oraciones y se dirigen a unas de las pocas y pobres casas del lugar adaptadas a la recogida de los peregrinos que, según Mustapha, vienen de todo el país. A nosotros, los infieles, no nos es permitido acercarnos a la tumba.
Hasta este punto, llegan las mulas con las cargas, a partir de aquí, la nieve caída hace casi tres semanas, no deja que estas puedan continuar. Los porteadores se hacen cargo del
material y continúan con ello hasta el refugio. Los cuatro que vamos con esquís nos hacemos cargo de ellos y de las botas y seguimos camino, después de habernos tomado un agradable te. Desde este punto el ascenso se hace más pronunciado y las oscuras rocas, de tintes verduzcos, ocres o violáceos que acompañan nuestra subida, aparecen, ya cubiertas de nieve: escasa y aborregada, en un principio. Seguimos un sendero, o lo que adivinamos que lo fuera, por las huellas dejadas por anteriores montañeros, a media ladera de un blanquísimo valle ascendente, de fondo redondeado y paredes que se elevan hasta las cumbres. Por lo más hondo del mismo se adivina el discurrir del Mizane, cubierto ahora de nieve, que, en ocasiones, aflora ruidosamente bajo el oscuro hueco abierto en la blancura.
A medida que ascendemos, el valle por el que avanzamos se hace menos profundo, semejando el fondo de una blanquísima, inmensa y petrificada ola de la que, lateralmente, a uno y otro lado, emergen entre la nieve, negras, las últimas cumbres. A mitad del recorrido paramos a comer, excelente comida preparada por nuestro cocinero Mohamed, que por otro lado seria la tónica durante toda la semana, comimos excelentemente.
Próximos, ya, al collado que accedería a la cara sur del macizo, con muy poca nieve y el grupo separado, unos con esquís puestos desde los 2700 m, por la margen derecha del rio y el resto por el camino que trascurre por la margen izquierda. Entre la alta meseta de Tazaghart y la cumbre del Toubkal, aparece, sobre el fondo blanco de la nieve, el refugio Neltner. Es el final de un esfuerzo recompensado ampliamente por la belleza de la naturaleza descubierta.
De pequeñas dimensiones, construido en piedra y cubierta fuertemente inclinada, el refugio nos recuerda a las edificaciones centroeuropeas. También sus ocupantes, en este caso -franceses y alemanes en su mayoría- por la realidad concordante. Allí almorzamos y nos repusimos de la sed, del cansancio y del frío acumulado. El té azucarado con hierbabuena, como lo preparó Mohamed , es, en estos casos, de inmejorables resultados.
El día 23, nos levantamos con la idea de subir a los picos Ras (4083 m.) y Tinesguida (4088 m.), desde el refugio, aunque poca tenemos nieve y los que los tenemos, aprovechamos para subir con esquís, solo lo podemos hacer hasta los 3700m., luego no hay nada de nieve; a nevado bastante hace tres semanas, pero con mucho viento y la nieve se ha quedado en cuotas bajas, a partir de 3700-3800 metros no hay nada de nieve, imposible seguir con esquís. Por lo tanto seguimos sin ellos y tenemos la suerte de poder llegar a estas bonitas cumbres, desde donde podemos disfrutar de unas magníficas vistas de los alrededores, sobre todo, del macizo del Toubkal. Sobre las 15:00 horas estamos de vuelta en el refugio y volvemos a disfrutar de una magnifica comida.
El día 24, subimos al Toubka (4167 m.); este día, dadas las malas condiciones de la nieve y también las ganas de subir todo el grupo junto, dejamos los esquís en el refugio y hacemos la ascensión en una agradable procesión, poco a poco vamos progresando y todos al unísono llegamos a la cima, alegría, felicidad y muchas fotos; pasamos casi una hora en la misma, el tiempo nos acompañó durante todos los días. Había cuatro de los componentes que era la primera vez que subían a un cuatro mil, por lo tanto tuvimos que hacer la ceremonia de nombrarlos damas y caballeros de los cuatro miles. Antes habíamos dedicado un bonito y emocionante recuerdo a Pilar Val, que hacía unos años había estado en esta cima.
El día 25 lo dedicamos a realizar algunas prácticas por la zona y a realizar la bajada a Imlil. Tras unas fotos de recuerdo ante el refugio iniciamos el descenso por el mismo sendero.
Continuamos entonces gozando del grandioso espectáculo que nos ofrecía la Naturaleza, ahora, desde otra perspectiva. A nuestro paso por Chamharouch, y después de comer y tomarnos un té en un chamizo del santuario, Mustapha nos cuenta las leyendas que envuelven el lugar sobre tesoros escondidos, no sé si por el santo venerado, destinados a ser descubiertos sólo por la fieles firmemente creyentes y virtuosos: el Paraíso anticipado en la tierra.
El día 26 nos traslados a Marrakech, donde pasamos el día paseando y disfrutando por sus estrechas y llamativas calles del Zoco y cenando en su populosa plaza.
Día 27; viaje de vuelta a casa, con una gran satisfacción por las emociones vividas y con la idea de volver a estas bonitas e enigmáticas montañas.
Pedro Arceredillo Velasco.
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